Salida del vestíbulo del Gran Hotel La Perla
(Foto: Javier Bergasa - Diario de Noticias)
Woody Allen, tal y como en él es costumbre, estampó en el Libro de Honor una minúscula firma a modo de dedicatoria.
Será probablemente uno de los personajes más famosos que ha pasado por el hotel. Director de cine, músico, y escritor; cuya vida sentimental también ha contribuido enormemente a incrementar su popularidad. Acudió a Pamplona para dar un concierto de jazz en Baluarte, concretamente un concierto de clarinete.
Llegó el 2 de enero de 2009 a las 12’30 horas, encabezando una caravana de tres automóviles “Mercedes” de color negro que le condujeron desde el aeropuerto de Noain (a donde había llegado en un avión privado, procedente de las Islas Baleares) hasta la puerta del hotel, en donde aguardaban su llegada varios periodistas y decenas de personas que buscaban una foto o un autógrafo suyo. Llegaba allí a las 13 horas. Descendió del asiento del copiloto del primero de los coches, llevando en sus manos el maletín en el que llevaba su clarinete, que en ningún momento dejó de la mano.
A pesar de que se había advertido al hotel, expresamente, que no quería fotografías ni autógrafos, Woody Allen, en atención a las personas que aguardaban su llegada, tuvo el detalle de posar unos instantes con su esposa y sus hijas para que se le pudiese fotografiar; a lo que no accedió en ningún momento fue a firmar autógrafos.
Le acompañaban, entre otras personas, su esposa Soon-Yi, sus dos hijas (Brechet y Manzie Tio), su hermana (Latty Aronson), su sobrina (Alexa Aronson), la niñera de sus niñas (Fanny Paerre), su manager, y algunos de los músicos. El matrimonio con las dos hijas ocupó la sexta planta; mientras que su hermana y su sobrina se alojaron en la habitación 201 (habitación de Ernest Hemingway).
Después de comer en el “Hotel Peregrino” de Puente la Reina, dieron un pequeño paseo por la calle Estafeta y por la Avenida Carlos III de Pamplona, regresando poco después a descansar al hotel.
Su salida la tarde del día 2 para ir a Baluarte, a las 19’15 horas, estuvo arropada por cientos de personas que se arremolinaron en la puerta del hotel para aclamarle y para sacarle fotos. Al igual que había hecho a la mañana, se detuvo para saludar con la mano a la gente congregada allí. Entre el chófer y el personal del hotel le tuvieron que hacer un pasillo para que pudiese llegar hasta el coche.
Curiosamente, por el hecho de haber quedado ante la puerta del hotel uno de los coches en previsión de que Soon-Yi lo solicitase –ella no fue al concierto, y las hijas se habían ido de paseo con la niñera-, nuevamente se formó una gran masa de gente, cientos de personas, que ajenas a que Woody Allen estaba ya en Baluarte, optaron por esperar delante del hotel para ver su salida, una salida que esa tarde-noche ya no se iba a producir, y que sólo se disolvieron al ver que dos horas después el coche allí estacionado abandonaba el lugar.
Woody Allen regresó del concierto sobre las 23 horas. Cada vez que pasaba por la recepción lo hacía sin detenerse, con la cabeza ligeramente inclinada hacia abajo, y además tocado con una gorra-bisera de mucho vuelo, que impedía verle los ojos.
A la mañana siguiente, dejó definitivamente el hotel a las 10’30 horas. Fue ese el único instante en el que se detuvo para firmar en el Libro de Honor del hotel (puso tan solo una minúscula firma en el centro de la página); firmó también tres libros suyos para la biblioteca del hotel, y también algún papel y alguna fotografía que se algunas personas habían dejado en la recepción del hotel. Las únicas palabras que pronunció en la recepción del hotel fue para decir que le había gustado mucho.
Los medios de comunicación navarros se hicieron amplio eco de su presencia en Pamplona, dándole al hotel un protagonismo importante.
Expectación ante su llegada
Asomado a la ventana de la habitación 602
(Foto: Javier Bergasa - Diario de Noticias)
Instantánea que recoge una de sus salidas del hotel
Cientos de personas esperaban pacientemente cada una de sus salidas del hotel.